TIEMPO DE CAMBIOS




Ocupaban un puesto denigrantemente bajo en la cadena trófica. Eran pequeños, desgarbados, peludos, escurridizos, insulsos,… y parecían exclusivamente predestinados a servir de alimento a los reptiles que dominaban la faz del planeta. Su vida era una eterna huída, ocultándose entre la hojarasca y los troncos en descomposición; su actividad se limitaba a las horas nocturnas, en las que los saurios se entregaban al descanso. Una noche de verano, dos de estas desgraciadas criaturas, de estos parias del triásico, que con el tiempo darían en autodenominarse mamíferos, miraban el firmamento apostados en la rama de una araucaria muerta. Uno de ellos movió el bigote y emitió una serie de chillidos que, en su idioma mamífero venían a significar algo así como: “Cuando nadie lo espera, todo puede cambiar en un santiamén”. El otro animal movió el bigote como signo de aprobación. Y siguieron mirando el firmamento. 

Relato seleccionado en el certamen "100 instantes en un santiamén" y publicado en una antología de Ed. Libro Feroz

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