EL CHIVO
El
cabrero era persona muy aficionada a los mitos fundacionales y a la geografía. De
la primera de las vocaciones siempre disfrutó, pues durante los largos días de
pastoreo imaginaba, calladamente, preciosos mitos fundacionales.
Desgraciadamente el disfrute no era completo ni compartido. Desde las
calenturas ondulantes no bajaba ya al pueblo cada tarde a vender la leche, como
hacía antes, y no tenía a quien contar sus leyendas. Estas, se iban borrando de
su memoria a medida que iban apareciendo otras.
Cada nueva historia le parecía aún más gloriosa y nunca se sintió
contrariado por no hacer a nadie partícipe de ellas. A la caída de las tardes,
cayado en mano, miraba altivo hacia donde suponía que estaba el ocaso y se
emocionaba con la belleza de sus propias historias.
Con
su segunda vocación, en cambio, tuvo peor fortuna. Su total ceguera innata le
impedía leer los mapas y contemplar los paisajes, con lo que sus aspiraciones
geográficas nunca se vieron cumplidas. La que fue su mayor desgracia geográfica
– a pesar de que él jamás llegase a ser consciente de ella- tuvo lugar en la
primera juventud, cuando entre los primeros cabritos nacidos de una primavera,
apareció uno con un pelaje prodigioso: sobre el fondo de una librea nívea – del
color de su madre-, una gran mancha parda – del color de su padre-, que
abarcaba desde el anca hasta la paletilla, representaba con increíble exactitud
la forma del continente Pangea. Su carencia
de visión hizo que aquél milagro pasase inadvertido y el pobre chivo, con el tiempo, fue a parar a las manos
del carnicero. Alguien podía haberse percatado del fenómeno, pero se daba la
desafortunada coincidencia que la teoría de tectónica de placas se acababa de
postular y en aquellos años estaba prohibida la entrada de documentos de papel
en el pueblo – debido a una plaga de lepisma-, con lo cual, nadie del lugar
había visto jamás representación alguna con el contorno de Pangea. Así las
cosas, el pellejo del chivo – que tampoco era de pelaje fino, apto para
alfombras o casacas de pelo- fue rapado, curtido y convertido en odre. Y el
mapa caprino del continente primitivo desapareció sin testigos, como lo hacían
los mitos inventados por el cabrero.
Cuento seleccionado en el Certamen de Microrrelatos de Signo Editores 2018
Cuento seleccionado en el Certamen de Microrrelatos de Signo Editores 2018
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